domingo, 26 de febrero de 2012

Ser o no ser


Ser o no ser
esa no es la cuestión
la calavera de Hamlet
no era un paisaje iluminado por la duda
sino una cúpula de la sombría catedral
del tiempo
un lugar donde Dios ha edificado el miedo
a su fría palabra
un lugar que Descartes
paisajista
dibujó con el color del mar
cuando verde y suave mira al cielo
sin poder alcanzar su perspectiva



miércoles, 22 de febrero de 2012

Guiñoles


Hubo tiempo en la televisión en el que unos guiñoles de cierto canal privado daban en abierto las noticias con sentido del humor, un sentido de uso bastante restringido en estos tiempos. Aquellos muñecos de goma estaban tan visualmente acreditados que parecían los personajes verdaderos a los que imitaban. 
Ahora, no sé si por la crisis, estamos más predispuestos a enfadarnos que a aceptar con sentido del humor tanto la vida real como la virtual. Y aunque es sabido que entre los franceses y nosotros siempre hubo más que pirineos de simpatías mutuas, nuestro patriotero personal se ha puesto de uñas por mor de unos guiñoles de la televisión francesa insinuando que nuestros envidiados deportistas de élite se dopan. 
Yo no diré que lleven razón los franchutes, sólo que no tenemos una ley antidopaje que sea lo suficientemente rigurosa para evitar tantas suspicacias y recelos fuera de nuestras fronteras. 
Por otra parte, la foto del Rey con Nadal diciéndole que los guiñoles son tontos me parece de muy poco aprecio y demasiado infantil. 
Viviendo, como vivimos, en tantas realidades paralelas, la afirmación de Su Majestad es tan simple como la reacción de su hermana, la infanta Pilar, ordenando callar a todo un país con relación al caso prejuzgado de su sobrino político, Iñaki Undargarín. No prejuzgues y no serás prejuzgado, vino a decir la infanta mandando callar, como su hermano, con soberbia borbónica. 
Esa reacción, después de las declaraciones de la portavoz del poder judicial de que no todos los imputados son iguales, refiriéndose al mismo caso judicial del yerno del Rey, levantan ronchas en nuestra democrática piel de súbditos guiñoles avasallados por tantos poderes virtuales y reales. 
Porque guiñoles somos, arrastrados por las circunstancias de una de las crisis económicas programadas por el sistema cuya realidad virtual nos inculca la fe de carbonero en el capitalismo, dios verdadero de dios verdadero, consustancial a las democracias de las necesidades y a las plurales tiranías del dinero. 

Momento histórico este que vivimos en el que somos más guiñoles que nunca, habiendo perdido parte de nuestros derechos sociales por una cuestión política llamada reforma laboral que nos deja pendientes del hilo de la vida, guardando el equilibrio entre el derecho al trabajo y el deber de la esclavitud, expuestos a las necesidades del capital como ejército de la reserva que somos para aumentar las plusvalías de quien te contrate y puede despedirte arbitrariamente con el salario en cuarto menguante y el miedo en cuarto creciente ante la disyuntiva de una frase : "Ahí tienes la puerta". 
La puerta del despido, que no aumentará (y eso lo sabe hasta Rajoy) la creación de empleo sino la bajada de pantalones de los parados que, en poco tiempo, han comenzado a creer que eso que les dijeron de la lucha de clases es una verdad muy anticuada y siempre nueva a la luz de la razón de la Historia. 
De repente, la clase media baja y la ahora resucitada clase obrera no pueden evitar enmiedecer cuando ven a Rajoy fumarse un puro como si se fumara a España en medio del crepúsculo de las ideologías, libro de Gonzalo Fernández de la Mora con el que Rajoy fue adoctrinado. 
Alguien, taimadamente, ha sacado a la luz en el facebook la prueba del adoctrinamiento con un artículo de nuestro presidente publicado en El Faro de Vigo en 1984. No es que sea cogerle en un renuncio sino en una afirmación en toda regla. Don Mariano está haciendo los deberes históricos como un alumno aplicado de Doña Merkel siguiendo la doctrina crepuscular de Don Gonzalo, un insípido tecnócrata franquista que matizaba la libertad irrestricta del individuo.

En plena contrarreforma estamos y en la España azul de Rajoy los guiñoles ya no están en los telediarios humorísticos en abierto como los que emitía Canal Plus sino en la economía del miedo de unos tiempos que los han convertido en sujetos pacientes de unas políticas feudales. 

jueves, 16 de febrero de 2012

Bisiesto

El solitario almendro del huerto de Cesáreo, enfrente del cementerio de mi pueblo, acaba de alumbrar el primer pimpollo de su flor en medio de la escarcha, que es como la nieve que no llega a ser nieve. 



Como la lluvia que enniñada en rocío vela la tierra del secano. Bajo ese velo y al contacto del primer rayo de sol el incipiente verde de los campos fertiliza de promesas los ralos sueños del campesino. 
En los hermosos pueblos de la sierra de Córdoba, desde el valle del Guadiato al valle de los Pedroches, cada año nuevo es, absolutamente, la yema blanca, incierta, de la repetición de los ciclos agrarios. 
Estos días de invierno, si hace sol, son tan intensamente azules y con la tierra tan llena de lágrimas, que da frío de mirar al cielo de donde todo proviene para el campesino: la luz, la sombra de la lluvia, la vida y la muerte, la incierta cosecha de los días de un hombre. 
De este contacto íntimo que se establece entre los habitantes del secano y el paisaje invernal nace una relación genesíaca. Debe ser por la influencia optimista de la luz, acristalada por el frío, lo que le da una transparencia única en estos pueblos, donde se está tan cerca de la realidad de la vida y en los que se siente la pequeñez y, contradictoriamente, la grandeza de la naturaleza humana. 
Con unos días de diferencia he despedido para siempre a dos seres muy queridos: mi tío Cesáreo y mi primo Matías. En lo que va de año he perdido, además, a tres amigos y vecinos. ¿Será por la maldición de los años bisiestos? Nada de eso, sino el azar de las estadísticas. Los viejos campesinos se muestran escépticos ante cualquier cambio que pueda producirse en sus precarias existencias, sea o no sea bisiesto el año. 




Hablando en Córdoba con un viejo paisano del tema de la crisis, me dice que a ellos, los campesinos, les trae al pairo. Nacieron en crisis y en crisis morirán y en la crisis viven gastando lo justo. A ellos les importan las cabañuelas, que el dios del secano sea propicio, que las ovejas no dejen de parir y que se haga realidad esa promesa del proyecto de una fábrica en la deprimida comarca que no levanta cabeza desde que Peñarroya-Pueblonuevo perdió el tren del futuro. 
Y es que tanto en el bajo como en el alto Guadiato sigue habiendo sembrados de gleba que corren a la par con el pequeño pobre río que es como un símbolo del bajo nivel de vida de esta zona en la que yo nací. Una zona en la que la pobreza secular es un estado místico del hombre.

Bajo el frío cielo invernal los veo caminar, contemplando la escarcha que vela los campos. Bajo el mismo paisaje de enero a diciembre. Toda su filosofía de la vida se basa en esperar. 
Mirando al cielo de donde provienen el bien y el mal de sus azarosas vidas. Ahora está limpio y frío. El nuevo año sólo es un número de la lotería del destino de mis paisanos. Como el euro que nadie tiene.
Tal vez sea así y que todas las alegorías del paisaje que nos inducen a la relación genesíaca del optimismo en estos días claros sólo sean barruntos de las isobaras de la felicidad. "La vida es vasta y la amargura es dulce y claro el ánimo" (Paul Valery). Así bajo la escarcha, donde la nieve no llegará a ser nieve, bajo los pétalos del rocío que vela la tierra y hace soñar con la lluvia al campesino de mi pueblo. La vida de hoy para beber mañana. 
Un año más cargando con la pesadilla de la crisis económica y Rajoy diciendo que aún será peor o que falta lo peor por venir. No creo que se refiera a los que todo lo han perdido, a los deshauciados, a los jóvenes jubilados en vida cargando con la cruz de los desaires. Plotino decía: "Vivir aquí con las cosas del mundo es un sometimiento". 
Donde Borges hubiera escrito "costumbre". Los viejos ya tenemos nuestra propia crisis. La mayoría, después de haber vivido hipotecados, cargan ahora con la onerosa hipoteca de la salud. Algunos, incluso, con las hipotecas económicas de sus hijos.
Con tanto paro juvenil, casi todos necesitan ayudas, algunas procedentes de las bajas pensiones de sus progenitores. A ellos ni siquiera les quedará ese remiendo de la vejez.